15/12/09

El niño y su majestad

Fotografía : Zaira Robledo Alatorre






Zaira Liliana Robledo Alatorre

La pintura de las casas se transformaba en escarcha lentamente, cortinas transparentes con diseños de encaje simulaban puertas con un constante abrir y cerrar al recibir la visita del aire, los gritos de los vecinos se convertían en un concierto cotidiano con asientos inamovibles en primera fila, Rodrigo, tenía adherido al cuerpo el gaffete de acceso ilimitado.

El sol comenzaba a aparecer, Rodrigo se tapó la cara con la cobija e intentó seguir durmiendo, sin embargo el pie helado de su mamá al bajar de la cama lo hizo despertarse, pues sin querer recibió un pequeño pisotón como sucedía cotidianamente, su mamá, la señora Gloria, dio una gran zancada para saltar aquel bulto en posición fetal que mostraba resistencia al frío.

El oído había despertado con mayor rapidez en comparación de los demás sentidos, los culpables: el estropajo y los trastes sucios protagonizando una batalla épica en la que el chorro de agua fungía como intermediario, sin embargo no alcanzó a escuchar el final del 4º round debido a la interrupción de su madre:

- Ándale, ya es hora, recoge el catre y despierta a tu abuela para que te sirva de almorzar, yo ya me tengo que ir a trabajar. - Refiriéndose a él justo cuando “Blanca nieves” la jabonosa entraba a la pelea a apoyar a su marido el estropajo.

El niño de ojos grandes, pelo negro alborotado y piel morena artificial por su constante contacto con el sol, se dirigió a la habitación contigua en donde su abuela roncaba en el sillón que los patrones le habían regalado a Gloria, después de que Chester su pug tuvo un “húmedo accidente”:

- Abue levántate, mi mamá ya se va al trabajo, y quiere que me des de comer pa´ irme a chambear.- Sacudiéndole el arrugado brazo, para lograr despertarla.

Regresó a la habitación anterior, y se vistió con la sudadera gris de pequeños agujeros que había encontrado el día de ayer en el trabajo, el pantalón azul marino que dejaba al descubierto su par de tobillos resecos a causa del frío, se puso los tenis y dominó a las insaciables serpientes que intentaban anudarle el pie, resultando victorioso al formar un lindo moño con sus escamosos cuerpos.

Después de servirse dos platos de frijoles calientitos y comérselos en avionazos fulminantes, se encontró con Manuel, su mejor amigo de la vecindad y compañero de trabajo:

- Que hueva eda´, hoy está siendo un frillazo de la fregada.- Recibiendo el día con su peculiar manera.

Al llegar al trabajo, el Marisco, un hombre joven de aspecto descuidado, con camisa a cuadros, gorra hacia atrás y el pantalón a medid pompa les comenzó a gritar:

- Ándenle mocosos, tienen que llegar más rápido que el camión de la basura y ustedes con sus huevonadas- Exclamó en tono grosero para después dar un enorme trago a la caguama que estaba en su mano.

Rodrigo le dio una palmada a Yorch, el caballo que los llevaría a trabajar, y el que le agradeció relinchando de alegría, mientras Manuel lo esperaba desesperado en la parte delantera de aquel carro de madera, con dos llantas traseras y jalado por un feo y apestoso caballo café:

- No manches apúrate ya, deja de estar con fregaderas.-

- El corcel necesita de estímulos para soportar una ardua jornada de trabajo.- Le respondió Rodrigo.

- Tu diario con tus cosas, a veces pienso que le estás entrando a lo mismo que el Marisco- Le dijo su amigo y comenzó a imitar a su patrón cuando fuma cigarrillos de mariguana.

Rodrigo se quedó pensando un momento las palabras de Manuel y decidió que era el momento de preguntarle, para quitarse la espinita:

- ¿Tú no ves el carruaje que tenemos detrás de nosotros?- Señalando la caja de madera enorme que estaba detrás de ellos.

Manuel volteó y lo único que vio eran desperdicios, cosas inservibles y olorosas, además de moscas que revoloteaban por encima:

- ¿Qué pedo contigo? , neta mejor deja eso, al rato no vas a poder dejar el vicio.- Le dijo con un tono que Rodrigo jamás había escuchado. Y es que aún cuando Manuel fuera dos años más grande que él, estaba lejos de portarse como el mayor.

- En serio ¿no ves a Yorch vestido con su elegante ropaje, y su cabellera larga ondeando al momento en que avanza vigoroso?, ¿no has escuchado a cientos de ciudadanos objetos, que nos piden ayuda pues han sido abandonados por sus amos? Nosotros somos caballeros Manolete y cada día su majestad nos da una misión nueva, por eso es tan divertido andar por el reino – Y con una sonrisa finalizó, pues vio que la cara de su amigo hacía gestos extraños y lo miraba cómo si nunca lo hubiera conocido.

- Vete a tu casa, neta, yo te hago el paro, no le digo al Marisco que no trabajaste y al rato te llevo la paga- Haciéndole la seña para que se bajara del carrito.

Rodrigo que jamás lo había visto así, le hizo caso y se fue a su casa, al entrar su abuela se sorprendió de verlo:

-¿Porqué regresaste, te corrió el Marisco, qué haces aquí? Explícame niño- Le preguntó con algo de enojo en su voz.

Rodrigo le contó lo que había pasado, y solamente veía como se arrugaba más el rostro de su abuela tratando de entender lo que le pasaba, ella sólo pudo hilar una pregunta:

-¿Cuál es esa majestad que dices?-

- La que vive dentro de mi cabeza, y hace que escuche hablar a los objetos, que pueda ver cosas que algunos no ven, aunque yo antes pensaba que sí- Le respondió Rodrigo.

- Ay muchacho ya se te ha de ver metido una tijerilla en la oreja, ven para acá deja reviso.- Y comenzó a observar su oreja cómo si de verdad fuera a salir un insecto de ahí.

Al no encontrar nada, la anciana se puso su rebozo y le dijo:

-Vámonos, te voy a llevar con el meopata-

Salieron de la casa y después de caminar varias cuadras, llegaron a un consultorio pequeño con una larga fila de personas esperando ser atendidas, Rodrigo observó el lugar y se dio cuenta de los diminutos marcianos lunares que invadían las narices de las personas, mientras que un humano de pelo canoso y lentes los atrapaba de su afilada nariz con una red blanca, después de haberlo conseguido los apachurró hasta quedar muertos aplastados en toda la red.

Sin darse cuenta el tiempo había transcurrido y los llamaron para que entraran con aquel hombre de bata blanca, que según los cuadros de la pared le decían a Rodrigo era un homeópata. La abuela le comenzó a explicar al doctor lo que le pasaba a su nieto:

- Carruajes, caballos, caballeros, ¿qué vivimos en un castillo? Imagínese nomas, cosas que hablan y que se mueven, ay no dotor creo que algo le está fallando en la choya, esas libretas que encuentra a veces en la basura, ¿le hicieron algo verdad?, porque a cada rato se la pasa mirándolas y mirándolas-

El doctor esbozó una pequeña sonrisa y les dijo:

- Yo sé quien es su majestad, no todos tenemos el honor de conocerlo tanto como su nieto, algunos lo desean como un don preciado, y una riqueza inigualable, pero lo pierden por dejar que las majestades de otros les digan que pensar o hacer, cómo lo hace la televisión, pero aquellos a los que les gusta leer hacen más poderoso a su majestad, convirtiéndolo en un ser invencible. Su nombre es Imaginación.-

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